miércoles, 16 de septiembre de 2009

*Palabra de amigo

En Página/12 del martes 15/4, mi admirada amiga y maestra Sandra Russo escribió la contratapa “Moore”. En otra nota de ese mismo número Wainfeld cita a Borges acerca de lo complejo de la realidad. Se debe por cierto a sus interminables y entrecruzadas contradicciones. Como en cada uno, así de enmarañada y a veces insondable es nuestra psicología. Y lo que nos cuesta intentar desentrañarla.

jueves 18 abril 2003.

Sandra: soy uno de los que te recomendó que vieras la película de Moore. Supongo que también estoy entre quienes confiás. No se si merezco la categoría de inteligente pero sé que no me va para nada el mote de suspicaz, de manera que, aunque sea en parte, me siento implicado y te contesto.
Insisto en la recomendación. (¿Cuál es la película que más le gustó últimamente? Respuesta: Bowling for Columbine. La vi dos veces. Demuestra la locura e insensatez que gobiernan a mi país – extractado del reportaje a Spike Lee- publicado hoy, jueves 18/4/03, en Clarin.) No importa que vayas al cine o dejes pasar un tiempo y alquiles un video (no veo en qué puede radicar la diferencia salvo la falta de testigos incómodos frente al compromiso asumido ¿imaginate que ahora uno de tus lectores te viera entrar al cine a verla?). Pero esto no tiene mucha importancia. Al fin de cuentas no es más que una película. Lo que sí me parece rico es que veamos algunas cosas que destapó tu nota.
Ante todo tu valentía para trasparentarte. Porque también dice Borges, en un rasgo que delata su previsible obsesividad, que publicar es la manera de dejar de corregirse, atributo que no parece patrimonio relajado de los periodistas. En tu caso se evidencia el vértigo con que trabajás que connota el mérito de la frescura y la sinceridad de la réplica rápida e inteligente pero también el riesgo de la precipitación.
Siempre me preocupó la línea finita que separa, en política, el compromiso ideológico intransigente que se confunde con fanatismo, ultrismo, sectarismo, fundamentalismo, ingredientes con que, sabemos, se cocina el fascismo o, hay que admitirlo, por lo que naufragó una experiencia prometedora y, del otro extremo está el de la condescendencia, la transigencia, la tolerancia, que terminan también desvirtuando proyectos en los que alguna vez se pudo confiar. Es harto difícil tener la cintura adecuada para moverse de un rincón al otro del cuadrilátero.
Uno a veces cae en esos barquinazos. Porque es cierto el rasgo de hipocresía que ofrece la buena metáfora de la cinta blanca sobre la solapa del smocking, pero también es cierto que mientras decís eso mirás los Oscar, quizás tomando un whisky o un gintonic, decís OK, vas a ver Chicago, fumás Marlboro (uno de los beneficiarios del negocio de la reconstrucción de Bagdad) y vaya a saber cuántas cosas más que sirven para (micro) apuntalar al abyecto imperio que te da (y me da, y nos da) asco. A mi también me ataca, y no estamos solos, pensar cómo podríamos instrumentar un boicot masivo al consumo de sus productos para que les duela (me llegó algún mail en ese sentido) y que con toda seguridad tendría su efecto. Pero planteárselo desde lo individual es ridículo. Bien lo decía don Vladimir Illich, por la cantidad a la calidad. Una pastillita te hace dormir, 20 o 30 te pueden matar.
También es cierto que Moore (y Welles, Chomsky, Petras, Robbins y tantos otros) son funcionales al sistema. Sería más fácil si no tuvieran esas contradicciones. Estaría todo más claro. Los podríamos vencer fácilmente. Pero la realidad es así, la historia es así, la dialéctica es así. Mientras a mediados del s. XIX se daba, en memorable Manifiesto, la fórmula que presagiaba la victoria (y algunos llegaron a pensar ingenuamente, subestimando el peso de la dialéctica, que la partida ya estaba ganada) ellos aprendieron, mientras tanto, bien que lo aprendieron, a defenderse, a consolidarse, a ganar tiempo, a complicar el terreno, a hacerse resbalosos, a distraernos, a dominar el doble discurso, a encontrar los cómplices adecuados, como nuestro autóctono Menem, amenaza todavía vigente ¿quién lo diría? ¿Será por esa inexplicable inclinación de algunos pueblos a caer fascinados ante su propio verdugo?
Pero gracias a todos los “funcionales” que van apareciendo, que crecen día a día, el sistema peligra. Y de tantos funcionales atravesados puede pasar lo de los somníferos. Moore para ellos es hoy, además, un molesto e infecto, y parece que irreversible, grano en el culo.
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