miércoles, 16 de septiembre de 2009

*El lugar

26 / 6 / 2003


Elegir un lugar. Es como si nos dijeran, elegí un dedo, una uña, un mechón de pelo de tu propio cuerpo. Somos materia, tiempo y, desde ya, espacio. Somos los lugares que recorrimos, los que ocupamos, caminamos, nos alojaron, incluso los que abominamos, nos disgustaron o maltrataron. No puede faltarnos nada de lo que nos constituye, cada una de las partículas que giraron a nuestro alrededor, ni los segundos que transcurrieron al compás de nuestros latidos, las imágenes que vimos, los pasos que anduvimos, las fragancias que olimos, las comidas que nos nutrieron, las texturas que tocamos, las pieles que acariciamos, los sueños que deseamos. No seríamos lo que somos sin todo eso. Pero ¿qué estás diciendo? ¿de qué te estás defendiendo? no se trata de una mutilación. Nadie te está queriendo quitar nada. La cosa es que elijas un lugar, nada más, como cuando por las mañanas tenés que elegir un par de medias. Elegir un lugar, para ponerlo acá, sobre esta hoja, por un ratito, una especie de homenaje, un recuerdo, algo que te haya hecho vibrar, distinto, intenso y compartirlo con los que se asomen a este papel y a la intimidad de tu memoria. Porque, siguiéndote el juego, también somos lo amarretes que podemos llegar a ser a veces. No, no, no. No entendés, no es amarretismo. Cuando elegís algo dejás afuera el resto. Y ¿qué derecho tiene uno...? porque, se dice muy fácil: elegí. Total. Decís que no es una mutilación pero sí, lo es. Justamente es eso. Lo que pasa es que vos pensás en los lugares como si estuvieran desligados de una historia, afuera de uno. Como decorados de una película que no viste, que nadie vió y que ni siquiera se filmó nunca. No viejo, los lugares que anduvieron conmigo son “mis” lugares, me pertenecen, los amo, aunque me hayan dolido, son como hijos y padres al mismo tiempo, me parieron y los parí... y no los quiero dejar por ahí tirados, como cualquier cosa. ¿o te creés que no tienen sensibilidad? Alma. Eso ¿entendés ahora? Los lugares tienen alma. Pero ¿qué disparate estás diciendo? ¿quién te dice que tenés que dejar nada tirado? Mirá, hagamos una cosa, no elijas nada. Quedate ahí o mejor no, no te quedes ahí, por mi te podés ir al reverendísimo carajo... Ahhh, ¿ahora me estás proponiendo que me vaya? ¿qué pasa? ¿no te gusta este lugar? Me dá lo mismo acá o allá, arriba, abajo. Ahora me hiciste engranar. Eeehh... tranquilo. No es para tanto. Al fin de cuentas era un juego. Inofensivo. Y te lo tomaste a la tremenda. Si no querés elegir, no elijas hermano. Total, a mi qué me importa. Pero admití que tendrás que arrear con la culpa de tu indecisión, porque el que teme elegir, tendrás que reconocerlo, es un cobarde. Decime che, ¿por qué no te vas a la mismísima mierda? ¿Ves? te calentaste, eso quiere decir que te dí en alguna zona sensible. ¿No te llama la atención? Quisiera saber porqué miércoles te tengo que estar aguantando. Me voy. ¿Me entendiste? No te banco más. Me voy. Chau... ¿Huís? Querés huir ¿no? No, lo que pasa es que no te soporto más. Y ¿creés que te podrás librar de mi así, tan fácilmente? Estás condenado, estamos condenados a andar juntos, así que será mejor que tratemos de aflojar la cincha. Está bien, está bien. Dejemos todo esto. Salgamos a la calle, a ver si el aire... o si nos podemos distraer con cualquier pavada. Si, si, mejor. Vayamos para otro lado porque ¿te digo la verdad? Este lugar ya me estaba aburriendo...

No hay comentarios:

Publicar un comentario