miércoles, 7 de octubre de 2009

*Película “Ceux qui restent” -Aquellos que permanecen- (Francia-2007) de Anne Le Ny

Para una semántica del cine
Néstor Jorge Dobal – 7 de octubre de 2009

Anoche con dos de mis nietos retomamos la sana costumbre de ir al Cine Club Núcleo. Pasaban una película francesa realizada en el 2007, Ceux qui restent, que aquí se da a conocer como Aquellos que permanecen, con guión y dirección, su opera prima en este rubro, de la actriz Anne Le Ny. Me pareció muy buena. Bien contada, filmada y actuada. De contenido profundo y a la vez entretenida. Pero además del buen gusto provocó en mi alguna idea que quisiera compartir.
La historia del film está centrada en un hombre y una mujer, Bertrand (Vincent Lindon) y Lorraine (Emmanuelle Devos). Ambos, personas atractivas de unos 40. Se conocen en un hospital. Él viene desde hace tiempo a visitar a su mujer, Cecile, que está internada en una etapa terminal. Y ella a su novio, Thomas, con una perspectiva también grave y de pronóstico desagradable. En el transcurso del film Bertrand y Lorraine se terminan atrayendo y enamorando mientras que sus respectivas parejas anteriores atraviesan situaciones límite. Así contado daría la sensación de tratarse de una historia lúgubre, en tanto gira sobre enfermedades terribles y muerte, y perversa, por mostrarnos dos actitudes de inoportuna y condenable infidelidad, lo cual dadas las circunstancias nos debiera provocar un previsible rechazo. Pero no. Todo está presentado de tal modo que no resulta así. Quedó demostrado con el aplauso que al terminar la proyección le prodigó el público y con sus gestos y comentarios de aprobación al salir, más allá de los méritos técnicos que la película sin duda tiene.
Da para preguntarnos ¿por qué? ¿Cómo pudimos salvar, en tanto espectadores, la condena ética que significaba enfrentar un episodio de naturaleza romántica y sexual a espaldas de sus dos parejas preexistentes, unos pobres y desgraciados enfermos? ¿Qué es lo que permitió que dejáramos de identificarnos con tales víctimas al cuadrado de la historia como resultan ser Cecile y Thomas?
Creo que la clave de la cuestión es una medida muy inteligente de la realizadora. Ninguno de los dos enfermos aparecen físicamente en la historia sino que lo hacen tan solo a través del relato de sus dos parejas, Bertrand y Lorraine y es entonces, al no estar en cuerpo presente, como si aquellos no existiesen. Como si fueran dos abstracciones. Y como tales nos resulta más fácil desvincularnos afectivamente de ellas y preferimos, antes que con la culpa que flota en el ambiente, identificarnos, por nuestra natural pulsión de vida, con el proyecto de los enamorados, a los que la historia nos induce a suponer, por una movida deliberada de sus piezas (el hecho de que la hija adolescente de Cecile abandone la casa y lo deje solo a Bertrand) y más allá de la transitoria separación con que culmina la película, que sus vidas después del fin acabarán unidas. Que es lo que en el fondo todos deseamos. Que la vida sea lo que sucede y que termine ganándole a la muerte.
Y aquí viene lo más sugestivo de la experiencia. Asistimos, como espectadores a la proyección de un film. La película se proyecta hacia nosotros quienes, a su vez, nos proyectamos hacia ella, identificándonos con sus criaturas, con la trama, con la historia la que, por un momento, hacemos nuestra. Es el triunfo de la vida. Y es nuestra propia existencia la que se enriquece, sumando un trazo vital en cada uno de nosotros. Y el acto se constituye en que podemos, en una sala en penumbras y rodeados de otros, la mayoría desconocidos, festejarlo juntos. Y nos vuelve a demostrar que la realización de una obra no se sustancia en el momento de producirse una película sino cuando la misma hace el amor con sus destinatarios, para alimentarnos recíprocamente.
Es cuando se consuma la magia del cine y se cristaliza como obra de arte. El resto le queda a lo que vulgarmente se llama la industria.
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