miércoles, 16 de septiembre de 2009

*Cuba a 50 años de una revolución ejemplar

A mis compañeros de viaje Graciela, Mabel, Ana y Daniel

2 de febrero de 2009

Estuve varias veces en Cuba. Seis por lo menos. Pero ésta tuvo alternativas nuevas que pueden resultar de interés para amigos, familiares y compañeros por eso me pareció útil contarlas. En las anteriores habíamos ido, mi compañera y yo, como turistas, alojados en hoteles convencionales o como invitados por algún evento o por trabajo. Ésta última en cambio tuvo una motivación particular: querer unirnos al festejo de los 50 años de una Revolución de incuestionable vitalidad con la seductora accesoria de poder alojarnos en casas de familia en el sistema llamado “arrendamiento divisa” el cual significa que en toda la isla le está permitido al cubano o cubana propietario/a de una casa con el espacio suficiente, arrendar a turistas habitaciones, dos máximo por casa, con la exigencia de que cuenten con baño/s independiente/s y condiciones adecuadas, que resultaron óptimas por lo general, más el servicio optativo de desayunos y comidas, a precios accesibles. Por habitación y en alta temporada, en general a 25 CUCs (en La Habana hay casos que pueden llegar a 30 y hasta 35 CUC. El CUC o peso convertible en divisas es la moneda aceptable al turismo. Relación aprox. 1 CUC = l,20 Dlr. y a poco menos de 1 Euro (este es el cambio más conveniente). A este precio se suma eventualmente el opcional de 3 CUCs por desayuno y 7 por comida. Mucho más económico que el hotel más acomodado con la notoria ventaja adicional de poder vincular al viajero en el trato con distintas familias cubanas en lugar del aséptico personal de los hoteles, esos quasi “no lugares” por cuanto no se diferencian tanto si estás en Cuba, España, Suecia, México, Holanda o en cualquier otro país.
Una nota inicial del viaje fue la valija repleta de medicamentos que la compañera Susana de la Asamblea de Pza. Dorrego nos encargó que le lleváramos como donación solidaria por los huracanes al compa. cubano Jorge García, guitarrista y cantante de la Trova. En la aduana cubana nos pidieron revisar ese único bulto y hubo un momento de zozobra por si había adentro algo inconveniente. Por suerte no pasó nada y entregamos el encargo sin dificultad más los 60 dólares por la venta de unos discos que nos había entregado Susana. Todo en orden.
Itinerario, lugares, sucedidos y alojamientos
El grupo de amigos: dos antropólogas, un abogado laboralista, una socióloga y un explorador curioso que viene a ser el servidor, salimos de Buenos Aires con ideas y propósitos similares y el deseo común de achicar gastos compartidos.
28/12/08. Llegamos a La Habana y dormimos, Gra y yo, en la casa-hostal de una pintora muy agradable y conversadora, frente al Hotel Nacional cerca del Malecón, con vista al mar. Por la noche, siguiendo las recomendaciones por la reciente experiencia cubana de mis cumpas del coro Patricia y Gustavo, fuimos a cenar al estupendo, por comida, precio discreto y decoración, restaurante asturiano “Los Nardos”, en la Avda. del Prado, frente al Capitolio, sede de la actual Asamblea Nacional. Extraña reminiscencia, esto de Capitolio, que conserva por su nombre como por el diseño del edificio, igual al Capitolio de Washington, los ex dueños del país en la larga etapa de neocolonialismo, 1889/1958, cuando la isla era su propio casino, drogódromo y prostíbulo, la parte pecaminosa que el pacato e hipócrita puritanismo de sus vecinos quisieron mantener alejada de su “inefable” territorio. Luego a causa de la Revolución se obligarían a suplirlo con lo que viene a ser también una isla, aunque mediterránea: el complejo Las Vegas en el desierto de Nevada.
29/12/08. Temprano salimos por avión a Santiago de Cuba, lugar oficial del festejo del inminente aniversario y allí, después de pocos días, alquilaríamos un auto para recorrer desde oriente gran parte de la isla y culminar en La Habana para el regreso, programado el 14 enero 2009.
En Santiago nos alojamos en la casa de Marta, médica, y Carlos, alto técnico en telefonía, ambos retirados, muy bien dispuestos y amigables. Conocimos la olvidable, por las muchas piedras, playa Siboney cercana a la ciudad; el fuerte del S. XVI, El Morro; pasamos constantemente cerca, aunque esta vez no entramos, del legendario Moncada, estuvimos en el Cementerio de la ciudad con un excelente guía que nos dio una apretada pero interesante clase de historia cubana que culminó con la visita a la imponente tumba mausoleo del héroe José Martí y su cambio de guardia, también están allí los restos de los caídos en Angola y, entre otros, el del entrañable Compay Segundo; después visitamos la histórica granjita de Siboney, la Casa de la Trova y otros lugares de la ciudad, pero nuestro interés se centraba en la plaza Céspedes, donde desde los balcones de su Municipio, el Comandante Fidel hace 50 años proclamaba al pueblo cubano el triunfo de la acción sostenida por la Revolución y la inminente caída del tirano Batista.
En el mástil al frente del mismo Municipio, precisamente, el último minuto de cada año es izada una enorme bandera cubana que rememora el momento en que hizo lo mismo el patriota Carlos Manuel de Céspedes, en 1869. Este acto además para los cubanos tiene una fuerte tradición mitológica: si en ese momento la bandera flamea, es augurio de un buen año. En cambio si se enreda sobre el mástil vaticina malos momentos. Eso fue justamente lo que ocurrió el año anterior por lo que el vaticinio se confirmaría con los dos violentos huracanes que asolaron al país a mediados del 2008.
Para poder asistir al momento del izamiento y registrar la escena decidimos cenar y de paso festejar nosotros el fin de año en las terrazas del hotel Costa Granda, en el 6to. piso, frente a la plaza. El ambiente en la plaza era de fiesta y una multitud se iba agolpando en el espacio que habían dejado libre de sillas y vallados en la calle opuesta al Municipio. Nos llamaba la atención la cantidad de banderas argentinas y camisetas de nuestra selección. Parece que muchos grupos de argentinos, se calculaban unos 2000, además de los uruguayos y brasileros, en su gran mayoría jóvenes, habían llegado con el claro y sano propósito de festejar junto a los cubanos. Se hacían notar en la plaza con sus cánticos y consignas que nos resultan tan familiares. Al ver desde arriba tanta algarabía decidimos bajar y mezclarnos con la gente, en particular con los compatriotas. El ambiente permitía presagiar un rotundo festejo por cumplir medio siglo la madura revolución venciendo tantas adversidades. También estaban por allí el periodista uruguayo Víctor Hugo Morales con su equipo de radio Continental para transmitir por radio a Buenos Aires la fiesta del día siguiente y el Secretario de DDHH del Gobierno Argentino, Eduardo Luis Duhalde. En la calle nos cruzamos con algunos amigos y es probable que hubiera otros conocidos que con tanta gente escaparon de nuestra atención. La fiesta siguió hasta la madrugada y nos fuimos a descansar pensando que el plato fuerte sería al otro día. Pero ese tema, la fiesta del festejo, merece un párrafo aparte que dejaremos para más adelante.
Después de los hechos del 1° que nos insumieron todo el día dedicamos el siguiente al tema alquiler del auto que no habíamos podido resolver desde hacía dos meses desde Buenos Aires ni al llegar a Cuba y que por suerte se arregló de manera satisfactoria recién el día 2/1 en precio y muy buen estado del coche ya que anduvo impecable el resto del viaje.
3/1/09 - Salimos para Camaguey. Allí paramos en la colonial y hermosa casa de Elsa, una abogada retirada con su marido, Henry. A nuestra pregunta sobre la marcada antigüedad de la casa, ella nos dijo que la calculaba superior a los dos siglos. Al llegar, convocado por la propia Elsa, el barrendero pasaba un cepillo inútil junto al cordón frente a la casa. Es difícil encontrar un papelito tirado sobre el suelo de Camaguey. Más difícil es que imaginemos lo limpias que son las calles de esta linda y colonial ciudad. Llama la atención en este sentido la expansión operada por los conquistadores al fundar tantas ciudades en períodos cercanos y tan tempranos. Entre 1511 y 1550 se fundaron las más importantes ciudades de Cuba, más de diez.
Una de las sorpresas gratas en Camaguey fue encontrarnos de pronto, mientras la recorríamos al atardecer, un amplio espacio preparado con amplificadores de sonido en la plaza seca San Juan de Dios con bastante gente reunida esperando. A los pocos minutos se presentaba el conjunto rumbero Kumbatá que hizo una actuación de ritmo, canto y danza, memorable y el clima se convirtió en fiesta de rumba plena con participación de músicos y público, negros y negras bailando como sólo ellos lo saben hacer. Para mi fue un hallazgo el encontrar en el trato tímbrico de las voces del coro de este arte milenario, la rumba cubana de claro origen afro, un antecedente de la murga uruguaya que aunque hoy es una expresión blanca, diferente a los grupos de negros lubolos, también hunde sus raíces en el candombe negro. Quizás este descubrimiento mío sea una obviedad para muchos uruguayos o carezca de fundamento. Es una opinión.
4/1 - Partimos por la mañana y almorzamos en Sancti Spiritus, en un bello lugar a orillas del río,. De allí fuimos a la singular ciudad de Trinidad para alojarnos en casa de Juan y María Elena. Él, un ex campesino, orgulloso cultivador de plátanos y criador de una de las pasiones de los cubanos, los gallos de riña (nos dijo que también lo eran la cría de perros de riña!!), y veterano de la colaboración cubana en Angola, austero pero muy conciente defensor de la importancia de la revolución. Y ella, una mujer sencilla, cálida y eficiente. En Trinidad recorrimos atractivos lugares de la ciudad y conocimos la hermosa playa de Ancón con sus aguas claras, de color turquesa. Muy recomendable. Por la mañana…
6/1 - …salimos para Santa Clara atravesando las altas montañas Topes de Collantes. Hasta llegar allí el camino es bueno pues en la cumbre hay un complejo turístico, por supuesto del Estado y gratuito, para ancianos y enfermos en recuperación que necesiten de ese ambiente serrano; a partir de ese punto la ruta se hizo difícil por lo escarpada y llena de pozos pero de espléndido paisaje. Llegamos al medio día y nos fuimos directo a la Plaza de la Revolución, prácticamente dominada por la imponente imagen de su, nuestra, figura legendaria, el Che. Son excelentes el enorme mausoleo y, dentro de él un muy completo museo, con muchas piezas y un ambiente adecuado a la memoria universal del revolucionario latinoamericano, en particular el memorial que guardan sus restos junto a sus compañeros combatientes caídos en Bolivia. Fue emocionante. Por la tarde fuimos a visitar el homenaje de la ciudad a uno de los actos determinantes del triunfo revolucionario protagonizada por la columna comandada por el Che contra el régimen de Batista: los vagones descarrilados del “Tren blindado”.
Llegamos a eso de las 7 de la tarde a Remedios, con la especial recomendación de los amigos Pato y Gust, de alojarnos en la casa hostal de los cálidos y lúcidos Cuca, tempranamente retirada de la docencia, profesora de lenguas, veterana de varias misiones internacionales, muy lúcida en política con la que mantuvimos largas y amenas charlas, y su compañero Molina, excelentes personas ambas, siempre muy bien dispuestas. Estuvimos allí y recorrimos esa calma ciudad, por momentos no se ve un automóvil, transitada silenciosamente por las bici-taxi. Allí conocimos a un amigo del matrimonio, el agradable ingeniero Pedro Andrés quien trabaja en misión oficial en Angola y a su familia.
Fuimos a las playas del Cayo Santa María, al que hay que acceder atravesando una muy buena ruta construida sobre el mar, lo llaman pedraplén, nada menos que 48 kilómetros de extensión! Luego nos informaron que este camino es estratégico defensivo para facilitar las acciones terrestres ante el peligro de un eventual intento de ataque por los cayos y que el emprendimiento hotelero llamado Las Brujas con todo su personal afectado, meseros, mucamas, personal de buceo, parqueros, etc. pertenece a las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR).
Después de una visita más intensa a la ciudad amablemente acompañados por la amiga Cuca, de quien nos despedimos con emoción…
9/1 - …partimos camino a Matanzas procurando seguir su recomendación: comer ostiones en Sagua la Grande, ya que llegaríamos a esa localidad cerca del mediodía. Ni bien allí preguntamos en la estación de gasolina dónde podríamos comer los famosos ostiones y nos contestaron sin dudar, en Isabela de Sagua, un pueblo de pescadores sobre la costa norte a 17 km. y allá fuimos. Vale la pena contar los detalles. Al llegar nos encontramos un destacamento militar, parece que ese punto era uno de los elegidos por los balseros para escapar a Miami ya que está relativamente cercano a las costas de Florida, al lado de una construcción modesta con cuatro mesas hacia el mar. Al vernos se asomó un joven de civil, presumimos que la gente de ahí era también servicios de las FAR, y le preguntamos si podíamos comer los ostiones y nos dijo que él no los tenía pero que si los comprábamos los podría preparar. De acuerdo ¿dónde? Llévenme, nos pidió. Le hicimos lugar y subió. Raúl era su nombre. Nos condujo al pueblito dando unas vueltas por unas calles de tierra y al llegar a una casita de madera pegó un grito y dijo una frase en cubano cerrado, inentendible para nosotros, y entró. Al rato salió con dos bolsitas plásticas de ostiones en agua, valían 40 pesos nacionales cada una, total 3 CUCs. Subió y nos pidió que lo lleváramos a otra casa a conseguir los limones. Mismo grito desde afuera, pero inútil, no había. A otra casa a cuatro cuadras dando siempre vueltas, para conseguir naranjas silvestres que igual sirven. Allí llegó, entró, tomó del suelo una rama terminada con una horqueta y bajo unas cuatro naranjas y subió. Volvimos. Cebados por el vértigo eficiente de Raúl le preguntamos si no podríamos comer langosta y al asentir salimos de nuevo a otra casa en el pueblo donde había un joven en un pasillo pesando unas colas de langosta a otro cliente. Al llegar nuestro turno nos pregunta Raúl si 5 libras estaría bien, le contestamos sin saber con precisión que con 4 alcanzaba. Nos las despachó y también pagamos calculando a pesos nacionales en unos 4 ó 5 CUCs una bolsa de 2 kilos de pulposa y fresca langosta. Volvimos a la casita-puesto y al comprobar que le faltaba mayonesa volvimos a salir con él a comprar, esta vez en CUCs, lo más caro comparativamente, un frasco de ½ kilo de mayonesa y volvimos. Elegimos una mesa puesta muy bien al cálido sol del invierno cubano, 24 grados, junto al mar, compramos unas cervezas, Ana había comprado unos pancitos con queso, y entramos a darle a los ostiones. Al rato apareció Raúl con una fuente repleta de langosta deliciosa con un bols de salsa de tomate y la mayonesa y nos dimos un festín. Al terminar, opíparos, le preguntamos a Raúl cuánto le debíamos, nos contestó con naturalidad, nada, el placer de haberlos atendido. A nuestra deformación acumulada por una cultura mercantilista le cuesta asimilar con facilidad estos gestos de amabilidad. Nos abrazamos con el compañero Raúl, nos sacamos unas fotos y seguimos viaje.
Pasando cerca de Baradero, el mayor enclave turístico playero de Cuba, que conocíamos y no nos interesaba, llegamos a Matanzas por la noche (en invierno en Cuba anochece a las 6 de la tarde). Después de varias vueltas encontramos la casa hostal a la que nos había mandado Molina y no tenía lugar pero, como es costumbre habitual entre los arrendadores, la señora sacó su coche y nos guió a otra casa dónde si había lugar. No recuerdo el nombre de esta persona que fue muy amable, como todos los otros. Nos instalamos, salimos a recorrer. Tres chicos de unos 10/12 años, en la calle frente al mar nos ofrecieron un concierto de rumba o regaton o lo que quisiéramos. No tenían instrumento alguno. Al aceptarles curiosos por su insólito ofrecimiento corrieron unos metros detrás de la vía y volvieron al instante con unos envases plásticos y unos palitos sacados de la basura de la orilla y nos entregaron un delicioso concierto. Cuando les preguntamos qué era lo que hacían nos respondieron que eran alumnos regulares y que además, el que la iba de director, era becado en lucha greco y deportista. Muy simpáticos. Después cenamos y a prepararnos para conocer por la mañana un poco de la ciudad.
10/1 - Al buscar un lugar para desayunar caímos, de casualidad, en un hermoso lugar. En una casa vieja, muy bien restaurada por sus ocupantes, el ACAA (Asociación Cubana de Artesanos Artistas) y sus directivos, con solícita simpatía, nos mostraron sus instalaciones. Tal era el grado de calidad de las obras de arte, más que artesanales, de interesantes los proyectos y realizaciones formativas, de calidez de los anfitriones, que consumimos toda la mañana en esa visita provechosa.
Seguimos camino al que sería nuestro destino final en la isla: La Habana a la que llegamos al medio día. De inmediato, antes de buscar alojamiento y con el equipaje a cuestas, ya que era sábado (sólo los sábados funcionan por la tarde temprano los tradicionales “Sábados de la Rumba”) nos pusimos a buscar la Casa de la Rumba que según mi recuerdo, quedaba en el Vedado y es la sede del Ballet Nacional Folclórico de Cuba, y allí nos fuimos a vivir esta experiencia única de rumba, música, canto y baile inigualable, con participación del público, a cargo predominantemente de la comunidad negra. Imperdible para quien visite esta Ciudad. Ya por la noche nos alojamos en la casa de Lourdes Cervantes, calle Infanta N° 17, apart. 10, a 20 metros de la avenida del Malecón. La hospitalaria familia de Lourdes, apodada Lulú, son su compañero Carlos, un especialista en Normas, y las bellas hijas de Lulú, las ventiañeras Acmel y Elaine, que están cursando respectivamente Comunicación Social y Filología. En esta ciudad paseamos ya con bastante autonomía al no estar sujetos al coche que devolvimos al día siguiente de llegar. Por la mañana del
11/1 – me fui solo al Museo de la Revolución, que funciona en el ex Palacio Presidencial de HabanaVieja, sede que se utilizó hasta promediar la presidencia de Osvaldo Dorticós. La sede del gobierno se trasladaría a la Plaza de la Revolución que ocupa. El Museo, muy completo (estuve allí tres horas) plagado de información, muestra cabalmente que la Revolución Cubana no se inicia en 1959 como escuetamente marca el calendario sino que está precedida por innumerables acciones, conquistas y transitorias derrotas parciales, luchas y resistencia que arrancan ya en 1868, fecha de la liberación colonial española, y se suceden con una marcada coherencia ideológica a través de la historia protagonizada por un importante número de referentes heroicos como fueron, entre muchos otros, Antonio Maceo, José Martí, Antonio Mella, para culminar con la epopeya revolucionaria de Camilo, el Che, Raúl, comandada por la obstinada y lúcida acción de su máximo líder, Fidel quien, como se sabe, inicia las acciones, que lo conducirían postreramente a la cima, temprano, siendo un joven dirigente estudiantil.
Al salir del Museo experimenté la vertiginosa carrera de los Coco Taxis que me llevó volando por el Malecón a encontrarme con Graciela ya que a la tarde, era domingo, habíamos quedado para ir al Estadio Latinoamericano pues jugaban pelota (como lo llaman aquí al béisbol) los equipos de Industriales de La Habana (el otro habanero es Metropolitano) contra el de Holguín y queríamos asistir a esta pasión tan popular de los cubanos. Tomamos un taxi y allá fuimos. Las entradas, como casi todo, tienen un precio muy bajo para los cubanos (aquí y en el cine por ejemplo en una sala les cuesta 1 peso Nacional- 25 pesos equivale a l CUC) y en CUCs para los turistas, aunque no llega a ser caro. El Estadio es grande, como los nuestros de cemento pero bastante más confortable. La particularidad es que carece de publicidad comercial, como en toda la isla, aspecto tan naturalizado en nuestros países que pasan a ser casi más importantes que el evento que ocurre. Comimos debajo de las tribunas pizza (muy popular entre los cubanos) y un emparedado de cerdo y subimos a sentarnos cómodamente a pesar que ya había comenzado. Del juego no vale la pena hablar, solo que en esto es bien sabido que los cubanos son muy fuertes, juegan muy bien. Lo interesante, para lo que habíamos ido en realidad, estaba en las tribunas. Las parcialidades estaban mezcladas y discutían muy acaloradamente, a los gritos entre furia y risas, pero la violencia era relativa, aparente, solo verbal, entre viejos y jóvenes, hasta tal punto que para nosotros era mucho más atractivo esto que el juego mismo. Al salir le dije amable a un señor mayor que no se alterara, que piense en la presión, a lo que me contestó riendo que sólo así eran felices. Nos fuimos y caminamos junto a un señor que iba para el mismo lado con sus nietos en dirección a la plaza de la Revolución donde en un teatro funcionaba una actividad de rumba a la que queríamos asistir. Entramos y nos encontramos con unos cuantos negros y negras muy producidos que bailaban y se bajaban las caras botellas del Ron Habana Libre especial. Muy distinto a, menos atractivo que, los Sábados de la Rumba. Después de un rato nos fuimos a “casa” viajando en las guaguas nuevas (buses largos, con sistema de acordeón al medio), confortables, que les mandaron los chinos a sus amigos cubanos y que están funcionando en las ciudades. El pasaje vale casi nada, 0,40 $ Nacionales. Al otro día
12/1 - paseo por la Habana Vieja, compra de libros, muy baratos. Almorzamos en una cervecería famosa frente a la Plaza Vieja y me fui a casa a descansar. Estaba extraño, muy cansado. No sabía que se estaba iniciando para mí una nueva y agitada aventura. Al despertar de la siesta comenzó todo: estaba con bastante fiebre, achuchado y con una incipiente diarrea que se fue acentuando hasta niveles insospechados de incomodidad por cuanto el dominio esfinterial era cada vez más insostenible. Estaba como una canilla sin cuerito o su equivalente, al decir simpático de los cubanos, como “llave sin zapatilla”. Me iba en mierda, como dijo con su proverbial simpatía Lourdes, la dueña de casa, aludiendo delicadamente a otra turista que había tenido similar travesía. Pasé la noche bastante mal. Asistido por mi paciente compañera Graciela. A la mañana siguiente me acompañó al servicio médico pago, para turistas, del Hotel Nacional. Fuimos y la médica Julia, muy dulce, me trato muy bien y me aseguró, con la medicación recetada, que al día siguiente podría viajar tranquilo. Pasé todo el día, martes 13, en una carrera incesante con destino eufemístico de inodoro y quedé en gran parte al cuidado de Lourdes, quien me atendió con una disposición propia de una madre, pese a que podría ser mi hija. Lo mismo, la buena disposición y la disimulada actitud de su hija Acmel que me aliviaba de la vergüenza por ese cuadro tan desagradable. A la ligera se podría pensar que perdí un día de mis vacaciones pero mi sentimiento era que lo había ganado con creces al contar con la solidaridad y buena disposición de esta gente hermosa por la que guardo mi, desde lo más profundo de mis tripas, profundo agradecimiento. Al día siguiente hice los dos tramos de vuelo y la escala en Panamá sin ningún inconveniente. Y retornamos por fin a nuestra tierra.

El festejo de los 50 años
Nuestros anfitriones en Santiago, Marta y Carlos, nos los habían advertido: no los van a dejar pasar. La fiesta es sólo para los 3000 invitados entre los que están los y las ex combatientes y algunos invitados especiales, pero cerrarán la plaza a cualquier otro que quiera pasar. Además van a clausurar todos los accesos de los edificios que rodean la plaza y allí emplazarán personal de seguridad. Tanto nosotros como, es de presumir, todos quienes habíamos ido desde tan lejos con el sano propósito de festejar de modo solidario con nuestros hermanos cubanos un acontecimiento que sentimos como propio pensamos que la cosa no sería tan severa, acostumbrados a la flexibilidad normativa en nuestros países y a que la fuerza del pueblo manifestando puede vencer ciertas formales restricciones. Pero no. No solo no pudimos entrar sino que los únicos que andábamos merodeando antes del acto, poco antes de las 6 de la tarde, por la plaza Céspedes éramos los turistas argentinos, brasileños, uruguayos. No había cubanos. Terminamos, todos, buscando algún lugar que tuviera TV para asistir de ese modo devaluado. Fuimos a parar, junto con un montón de jóvenes, a un hotel a varias cuadras, escena que se repetiría en todos los alrededores de Santiago, en cuyo bar había un televisorcito de menos de 20 pulgadas colocado sobre los muebles y encima de la cabeza del barman que seguía con su ajetreo sin casi mirar el televisor. Asistimos a un acto anodino y escuchamos el escueto y medido aunque políticamente correcto discurso de Raúl el que después comentamos brevemente con la mezcla de frustración que nos había quedado por no haber asistido en vivo a la fiesta. Y daba para reflexionar las diferentes culturas. Los cubanos seguían en sus cosas como si nada, forjando una revolución como lo hacen desde hace medio siglo, sin necesidad de tanto festejo, cotidiana y denodadamente por su futuro y para consolidar un proyecto que no tiene fin y que debe superar los inconvenientes que se le presentan: el bloqueo, los huracanes y, para colmo, la salud delicada de su máximo referente. Nosotros, quizás por una malformación histórica y mediática, más proclives al fasto que a los cambios de fondo, los que se encuentran tan postergados y tanto con la acción como en el marco teórico que los haga posibles como una ilusión quimérica.
Comentarios finales
La experiencia de estar alojados en casas de familias nos dio la posibilidad, como decía, de intercambios de opiniones con los anfitriones, de obtener información desde las propias fuentes, de aprovechar en mucho mayor medida la, de por sí, capacidad comunicativa y en profundidad de conceptos de los cubanos por la que me siento profundamente agradecido y conmovido. Creo que es un sentimiento compartido con mis compañeros de viaje.
Cuando a uno le inquieren por noticias sobre Cuba, de cómo está la cosa, cómo anda la Revolución, uno se ve precisado a recurrir a la elocuencia de datos concretos, estadísticos: el alto nivel de educación, de atención en salud, bajo índice de mortalidad infantil, niveles superiores a cualquier país del mundo, lo cual de por sí ya es una respuesta; a la falta de desocupación causada por impedimento de oferta de trabajo; al ejercicio de una democracia efectiva y no aparente; a la disposición y valor defensivo demostrado por todo el pueblo frente a las agresiones desde afuera; a los buenos niveles obtenidos en investigación científica; a la incomparable producción de médicos que prestan su desinteresada cooperación en países necesitados del mundo (la africana Angola tiene unos 200 médicos propios y, sirviendo, unos 890 médicos cubanos); a la evolución experimentada en sus deportistas, en sus artistas; al sistema de viviendas que no deja a ningún cubano a la intemperie y con programas ejemplares de construcción colectiva a bajo costo y pago facilitado; a que no hay cubano que se muera de hambre, aunque muchos coman poco comen lo necesario para vivir, el Estado suministra una canasta básica de alimentos que reciben todos, muchas veces sin merecerlo y, sobre todo, a que todos esos logros fueron obtenidos frente al acoso despiadado del gigante del mundo, vecino cercano en millas no en calidad humana, mediante el bloqueo asesino y hostilidades de todo tipo que vienen arrastrándose a lo largo de estos 50 años en abierto perjuicio de este pequeño país, gigante ejemplo ante el mundo.
Pero no son esas las mejores y más elocuentes noticias sobre Cuba. Lo mejor de todo, el producto más refinado que ha construido esta Revolución es la calidad inusual y distintiva de su sociedad. El humor que le sale por los poros y la risa a mandíbula batiente frente a tantas adversidades que sobrellevan; a la inteligencia y la cultura que lo hace el pueblo quizás más actualizado de los acontecimientos del mundo que exista en el planeta; a la solidaridad expresada en las grandes y en las pequeñas cosas; a la buena disposición siempre que uno recurre a ellos; a la ausencia de una competitividad destructiva frente al otro pero que sí está presente en el deseo íntimo de superación personal y para asistir al prójimo. En fin, cosas como estas que ninguna estadística señala.
Hay, por cierto, problemas por resolver, a veces paradójicos: las facilidades que otorga Cuba para que su población acceda a altos estudios hace que hoy haya sobreabundancia de técnicos, académicos, profesionales y científicos, mientras que hay carencia de mano de obra para tareas más rudas como el trabajo en el campo o la construcción.
Hay también abundantes críticas al sistema pero, a poco de pulsar las opiniones resulta evidente que hay tres tipos marcados de críticos:
1. los que quieren el bien de la revolución e instrumentan las críticas por las vías adecuadas, por lo general su respectivo CDR (Comité de Defensa de la Revolución) al que corresponde como vecino y militante, entendiendo que la Revolución es un proyecto y un compromiso de todos los cubanos;
2. los que están en contra ya sea por sus residuos burgueses no resueltos, por defender sus propios intereses egoístas o por sustentar una ideología capitalista, tanto están adentro como afuera, y
3. los de adentro, que quieren vivir de actividades como el juego, la droga o el proxenetismo o sencillamente el dolce far niente pero que se aprovechan de las ventajas asistenciales de la revolución sin retribuírselo con algún trabajo, fuera de su propia marginalidad.
Para estos últimos, me lo comentaba el chofer del taxi que nos llevaba de vuelta al aeropuerto, se va a volver a implementar una vieja ley de los años 70, la “ley del vago”, que consiste en que cada CDR detecta en el barrio, allí todos se conocen, quién es el que no trabaja (o estudia si se trata de un joven que vive con sus padres); las autoridades del CDR lo citan para que les informe qué hace, de qué vive: si la respuesta es “nada” o no puede justificar su inactividad, no puede justificar un trabajo (o estudio en su caso) los entrevistadores le ofrecen varias posibilidades de trabajo (o estudio). En Cuba hay trabajo (y acceso al estudio) para todos. No trabaja el que no quiere, si está en condiciones de hacerlo. Es más, Cuba está necesitada, por lo que dijimos antes, de incrementar la participación laboral. Entonces: si el entrevistado, en un determinado plazo, no cumple, se lo sancionaría con… 2 años de cárcel.
La Revolución no es un símbolo vacío, ni siquiera selectivo u opcional. Es un proyecto inacabable de lograr la mayor prosperidad general mediante el esfuerzo y el compromiso obligatorio de todos aquellos que estén en condiciones de aportarlo.

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