miércoles, 16 de septiembre de 2009

* Dilemas de la (o el) centroizquierda

2 de junio de 2004

El viernes pasado el Intendente de Morón, Martín Sabbatella, invitado por el Club de Cultura Socialista "José Aricó" expuso sobre "La centroizquierda frente al escenario político actual". Como es habitual luego la reunión se abrió a la participación de los asistentes. El disertante, como los que le siguieron, habló siempre de la “centroizquierda”. El artículo “la”, no es caprichoso. Como Portantiero contó que decía Aricó, es “la” cuando queremos que haya más izquierda que centro. Cuando nos inclinamos más por centro decimos “el”. Esto que suena a chiste viene a cuento de una cuestión nada jocosa.
En la interesante charla, Sabbatella contaba algunas peripecias políticas ocurridas en pasadas alianzas (verbigracia, el desgraciado antecedente de la “Alianza”) que, sabemos, no cuajaron. Enfatizaba acerca del modo en que se habían hecho tales asociaciones y en esta ocasión (se auto) criticaba diciendo que no aceptaría ya más transigir de ese modo con posiciones decididamente antagónicas o inviables. Dio una imagen fuerte: hay que trazar una raya, dijo, y agregó que cuando hay, cuando tenemos ideas, actitud y un proyecto que se puede sostener, y condiciones para sostenerlo, hay que trazar una raya para diferenciarnos de los que quedaron vaciados o con proyectos y proceder muy diferentes a los nuestros.
Metáfora contundente, sin duda, la de la raya. Y la vino a decir en un ámbito que sustenta la idea del socialismo y que acaso tal rigor le cabría, probablemente, con mayor extensión ya que quizás por este lado fueron mayores las experiencias de alianzas frustradas, fallidas, que merecerían revisarse y autocriticarse.
Llama la atención esta inclinación, este recurrente mencionar a la centroizquierda y, sobre todo, la contradicción entre el concepto y la ilustrativa metáfora empleada por Sabbatella. ¿Qué se supone que dividirá esta raya? ¿Qué significa esto de centroizquierda?
Bastante mencionado en estos tiempos por algunos políticos del supuesto arco progresista que plantean como objetivo contribuir a la creación de un espacio alternativo, fuera de lo que hay, que “no existe” oferta alguna en tal sentido, lo cual justifica la necesidad de “crear una opción nueva”, flamante, inexistente, que sería la de centroizquierda.
Es cuestionable y endeble esta postura. En la Argentina, desde hace años, la oferta política dominante fue la, mejor dicho, el centroizquierda precisamente, no como línea política declarada abiertamente, si ello fuera posible, sino como artilugio, burdo disfraz para llegar al poder. Después la aguja se correrá al centro o directamente a la derecha. Como ilustra la metáfora que identifica a la política Argentina: el acto (de los diestros, hábiles o pícaros) de ejecutar el violín sosteniéndolo con la izquierda para hacerlo sonar con la derecha.
¿Qué significa, después de todo, el término centroizquierda? Es de suponer que a través de él se concibe la política como un espectro gradual, medible con una aguja oscilante en el tablero de un instrumento analógico, que se podría llamar politicómetro, un panel con una serie de rayitas y la aguja que se mueve al compás de la excitación que recibe, con rango que va desde la izquierda (o extremo izquierda- modelo opcional - zona pintada de rojo, indicando “peligro de acoso explosivo revolucionariotrotskocomunista”) y luego, yendo hacia la derecha, pasando por un punto de nuestra famosa centro-izquierda y otro, al centro, que diría centro y otro, centro-derecha para llegar al fin a la derecha (con la variante -del modelo opcional- extremoderecha, pintado también de rojo invasión, guerra, fascismo, exclusión y hambre). Las variantes de aparatos podrían ser infinitas, según la cantidad de rayitas y el tamaño del tablero. El modelo sencillo, versión económica, contaría sólo con tres grados: dos extremos, izquierda y derecha y otro al medio, esto es, ni derecha ni izquierda, centro a secas, equivale a cierto equilibrio. Si se trata de centro-izquierda esto ya constituye lo ideal, el desideratum.
La variante centroizquierda es un híbrido, ni chicha ni limonada, con el riesgo repetido y comprobado de que la aguja termina siempre, invariablemente, yendo hacia la derecha mucho más que hacia la izquierda y esa tendencia los que menos parecen percibirla son los supuestos destinatarios de la izquierda, quienes al fin, pese a ser muchos y creernos inteligentes y perspicaces, una y otra vez nos distraemos y no notamos el desvío, no nos damos cuenta hasta que es demasiado tarde y difícil de remontar.
El centroizquierda viene a ser una variante del capitalismo “serio” como dice ahora, como meta, el gobierno a través de su principal vocero y también la Lilita desde la oposición. Aunque en el caso del primero quisiéramos creer que se trata de una maniobra dilatoria ya que no resulta coherente sostener tamaño disparate frente a ciertos pasos que en lo concreto van en distinta dirección.
El mejor antecedente de capitalismo “serio”, con rostro humano, fue tratado de manera ejemplar por Engels en “Del socialismo utópico al socialismo científico” que nos muestra al ilustrativo empresario británico de buen corazón, Robert Owen, quizá el primer socialista utópico (por entonces no existía la figura alambicada de centroizquierda). A Owen no le sirvió ponerse a contramano de un sistema con reglas de hierro y no de “mano invisible” como sostenía, ingenuo, Adam Smith. El hombre se fundió, en todo sentido. También el proyecto de socialismo utópico que una y otra vez se lo intenta reeditar sin suerte para el ansiado destino socialista.

Algunas reflexiones para terminar:

• En ninguna de las experiencias de izquierda latinoamericanas, al parecer, se intenta “alivianar” a la “izquierda” con el prefijo “centro”, como se nos dio en usar por estos lados. ¿Por qué lo hacemos? ¿Qué pudor nos embarga? ¿Qué tributos queremos rendir? ¿A quién queremos condescender? ¿Es una concesión? ¿Para quiénes? ¿A qué razones históricas puede responder esta medida cosmética?
• Si se tratara de querer diferenciarnos, o trazar una raya, con un sector político que presume de “izquierda” y esta intención encubre un cuestionamiento al mismo por su proceder errático y fallido, ello debería plantearse en el terreno que corresponde, el de la crítica política y no renunciando a una categoría, y mucho peor, adoptando un concepto híbrido, al mismo tiempo que regalándosela a quienes son objeto de nuestro cuestionamiento.
• ¿O es un sacrificio de claridad conceptual el recurrir a este apelativo, centroizquierda, como una especulación (bastante endeble por lo visto) que resulte útil en la “imagen” marketinera de la carrera electoral, para no espantar a la clientela?
• En las paredes del Club (Socialista) hay una serie de imágenes: una reducción de la partitura de La Internacional (en francés, ¿será porque es más chic?), una foto de Lenin y dos grandes posters, uno de Marx y otro del Manifiesto, en idioma original, con las imágenes sobreimpresas de sus autores. ¿De qué manera, adoptando esta categoría nominativa de centroizquierda les rendimos homenaje a semejantes referentes?
• No sea cosa que aparezca algún inoportuno que pretenda cambiarle el nombre a la Institución queriendo ponerle Club de Cultura Centro Socialista.

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