miércoles, 16 de septiembre de 2009

*El ridículo no nace, se hace

19 / 6 / 2003

Estacioné casi en la puerta. Lo lejos que me queda la Maimónides se compensa con la comodidad del estacionamiento fácil. Llegué temprano, así que voy a bajar el diario y la carpeta con los papeles y aprovecho a leer algo... ¡Ahj, otra vez estas rodillas! Un rato sentado y cuánto me cuesta moverlas. Me hacen doler. Menos mal que me dijo el traumatólogo que no hay ninguna joda seria, ni artrosis ni nada de eso. Los años de ruta caminada, nada más. Parece que son demasiados. Bueh... ¿qué va uno a hacerle?... Adelante compañero. Cierro el auto. La verdad que si no fuera por las rodillas, de aspecto estoy al pelo. Todos me dicen que no represento los carnavales corridos. Y, parece que es cierto. Hay cada escracho que veo por ahí y que resultan menores que yo. Además me muevo. Esta mañana me mandé cinco sets al hilo. Bueno, vamos muchacho. Entro. Mirá que hay guita acá, eh. ¿Cómo carajo hacen estos tipos? Ahora a bajar este pedazo de escalera de marmol negro... Ahj, las putas rodilllas. Bajo el primer tramo. Cuánto me cuestan, coño, estos diez escalones, después viene el segundo tramo, diez más y la enorme sala de espera con sus más de cincuenta sillas todas puestas en arco de frente a la escalera y la gente esperando, cuánta gente que viene acá, y las ventanillas con las empleadas que también dan de frente a la escalera, al amplio espacio central, mosaico negro, es como una pista de baile... o un escenario... Tenemos el público, señoras y señores... con ustedes el actor... Ya pasó el primer tramo. Me paro en el descanso y tomo un respiro. Eeepa compañero, mirá que bien que está esa rubia de primera fila con el pelo batido. Qué elegante la señora. ¡Porqué no te dejás de joder, flaco! No estás ya pa´esos trotes. Pero qué hay hermano, son los viejos reflejos. Resabios de vanidad que nunca se pierden. Vamos, arriba muchacho, que no se te noten los achaques. A ver, vamos, a bajar como un duque. Está solita sentada de frente. ¿Me mira? Sí, me vió pero siguió la mirada de largo. En realidad, ni bola. Es igual. A filmar, por la imagen de la empresa, ¿vió?. Dale macho, con cuidado, elástico, como Julio Bocca bajando por la escalera del Canal para almorzar con Mirta. Vamos bajando, erguido, así, bastante bien, con la mirada profunda, como al descuido, así, bien, ay, la puta madre que me par... había otro escal... No veo nada. Vuelo. ¿Adónde voy a parar? Caigo de costado, en el escenario. Sobre la cadera. A la mierda carpeta, diario, todo sale volando, al suelo, como una bolsa. Aterrizo a estribor, hasta se me salió el zapato derecho... Los papeles por el piso, desparramados. Una décima de segundo, mil años. Resucito. Abro los ojos. Lo primero que veo, en primer plano, pegado a mi cara, unos zapatos de gamuza marrones de taco alto y una voz de mujer ¿Se lastimó señor? No, no, gracias. Claro, por supuesto que es ella, qué papelón, carajo. Por hacerte el canchero, gil de cuarta. La miro fugazmente y trato de recomponer rápido la escena normal. Me paro como enchufado, junto apurado los papeles, quiero borrar la escena, agarro el zapato, rápido, me lo pongo como puedo y me voy, resuelto hacia la ventanilla, como dueño de mi mismo y hago el trámite que tenía que hacer, dar el número para que localicen mi historia clínica. ¿Qué me pasa ahora? Estoy mareado, a ver si encima me desmayo. Lo único que faltaba. Es como una lipotimia. Debe ser del cagazo. Contenete loco. Me doy vuelta y está ahí, sentada como si no hubiera pasado nada. Me compongo. ¿Qué hago? Si trato de disimular se acentúa el ridículo. Voy resuelto y me siento a su lado. Muchas gracias. No, no, de nada. ¿Se siente bien, señor? Ma qué señor, la conch... Si, si, claro, está todo bien, gracias. Pausa. ¿Quiere que le diga la verdad? digo con tono simpático, como de superado. Sí, dígame, me dice. Me mira sin entender. Es agradable la señora, además de linda. ¿Sabe? Me caí por hacerme el galán frente a usted... Breve pausa. Dió resultado. Nos reimos y en medio de las risas ella no puede reprimir un justo pero simpático, ¡Qué boludo..! que me cayó como del cielo porque era como zafar del infierno del ridículo. Y seguimos riendo al momento que me llaman de adentro para atenderme. Me paro y la saludo.Mutua sonrisa. Y me voy yendo. Ahora, además de las rodillas me está doliendo la cadera. Espero no haberme quebrado. Pero dele campeón, ya está, ahora no me va a aflojar, Seguí disimulando. Cuando llegués a casa te ponés esa pomadita analgésica y una bolsita de hielo y chau. Y en la próxima mirá los escalones, cartonazo...

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