miércoles, 16 de septiembre de 2009

*La espera

5 de junio de 2003

La espera es un baile variado y repetido en el que Eros intenta escapar al asedio de la Huesuda o, mejor, una partida de truco donde la Vida trata de postergar la derrota que la Muerte le termina propinando... pero que siempre vuelve a comenzar... para seguir jugando... y esperando. Obstinada.
El acto de esperar puede ser agradable o desagradable según cuánto pese en la balanza el plato erótico frente al triste guiso de la Parca. En el primero caben el amor, la salud, el trabajo, la amistad, el placer, la risa, la inteligencia, la solidaridad, la comprensión, la paciencia, la cooperación, la creatividad, la justicia, la paz mientras que en el otro entran el odio, la enfermedad, el desempleo, la enemistad, el dolor, el llanto, la torpeza, el egoísmo, la indiferencia, la traición, el individualismo, el hastío, la injusticia, la guerra.
Toda espera es un abanico que puede ir de lo rutinario a lo quimérico, desde hacer la cola para pagar la cuenta del gas hasta palpitar el sorteo por si nos sacamos el gordo de Navidad. Esperamos que esta noche no termine nunca, que amanezca de una vez, que llegue el fin de semana, el fin de mes, el verano, el año nuevo... Hay esperas a las que les brotan ramas de esperas subsidiarias como cuando aguardamos el turno en el dentista y esperamos que no nos haga doler, que no nos mate con el presupuesto, que mejore el efecto seductor de nuestra sonrisa kolinos, que no llueva al salir, que no nos demore mucho así nos da tiempo de ir a cambiar el libro que le regalamos a Juan -esperamos que el que ahora elegimos no lo tenga-. Hay esperas con suspenso ¿cómo nos resultará el último levante de la cita telefónica? Las hay que pasan de la ansiedad del encuentro deseado a la angustia de que al final nos deje plantados o con el susto de pensar que si demora tanto es porque debe haberle pasado algo o con bronca porque siempre nos hace esperar o con miedo de que esa turra no nos tome justo lo que no estudiamos o con el deseo a que nos den el empleo o con inseguridad de si me habré arreglado bien, si le gustaré o con la ilusión de que esta pareja me dure o la locura de hacer el gol del triunfo o la gloria de atajar el penal. Las hay, no por rutinarias menos hermosas: qué lindo cuando vuelve del trabajo, cada noche, y nos sentamos a la mesa con los cachorros. Otras con un mismo eje y distintos actores: el trabajador que espera el aumento del salario, el delegado que espera conseguírselo a los compañeros, el patrón que espera no llegar a dar el aumento, el político que defiende a los obreros y espera conquistarlo, el especulador porque si lo consigue equivale a votos, el corrupto porque si lo evita se arregla con la patronal, los abogados que le sacan el jugo al conflicto... Hay esperas personales y proyectadas: que se me calme la tos, que al nene se le cure la tos, que mi mujer pare de toser y me deje dormir, que mi vecino de butaca termine con esa tos que quiero escuchar a la cantante, que el invierno sea denso porque el jarabe para la tos es el mejor negocio de mi laboratorio. O distintas esperas frente a un mismo hecho: cambiá de canal que ya estoy podrido con eso de los inundados, por suerte estamos más arriba y el agua no nos alcanza, ahora se nos arma quilombo y nos van a querer rajar del ministerio, virgencita, hacé que baje el agua, compañeros, tenemos que hacer algo para prevenir este desastre... Cambia el gobierno y esperamos tener suerte y que a los nuevos, Dios los ilumine o que el miserable que se fue no vuelva nunca más o que el pueblo siga siendo sabio como cuando lo de las cacerolas que hicieron que rajáramos a ese inútil o que aprendamos y nos organicemos de una buena vez... Hay veces que la espera se convierte en desesperación: los sentenciados para que posterguen la ejecución o para que cese el bombardeo o que la quimio dé buen resultado o por encontrar algo para comer en el próximo tacho de basura... Esperamos crecer, durar, salir, aprobar, ganar, entrar, zafar, ser queridos, ser aceptados, ser valorados, ser elegidos... Esperamos. Esperamos siempre. ¿O acaso vivir no es, además de todo lo que se te ocurra, una sucesión de esperas acumuladas?

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