miércoles, 16 de septiembre de 2009

*Solidaridad, inteligencia, monos y curiosidades

25 diciembre 2002

Mi hija me contó una historia interesante que mostraron por un canal de cable, creo que por Discovery Channel. En la escena, varios chimpancés encerrados bajo llave en una jaula desde la que podían ver que los cuidadores del lugar habían puesto comida fuera del alcance de sus manos. A escondidas de estos, uno de los chimpancés fabricó con un alambre una especie de llave ganzúa y se la escondió en la boca, entre los dientes y el labio inferior, y esperó a que los cuidadores se fueran. Cuando lo hicieron sacó su llave, abrió la puerta y pasó junto con sus compañeros adonde estaba la comida. Una vez que entre todos se la comieron, regresaron a la jaula, el portador de la llave cerró la puerta, volvió a esconderla en su boca y todos se quedaron con el mismo aire casual e inocente de siempre. Para verificar la secuencia varias cámaras registraron cada movimiento.
Estas imágenes me provocaron algunas ideas a partir de dos aspectos: la inteligencia y la solidaridad. Con respecto a esta última, el relato me hizo pensar en la ventaja que tienen los monos al no contar con valores de cambio como es el del dinero, recurso clave para la acumulación especulativa de bienes (y de capital) y también qué bueno les resulta a ellos carecer de una cultura mercantilista. Es probable que cualquiera de nosotros, puestos en la situación del ingenioso mono cerrajero, habríamos repetido la habitual impronta egoísta en los humanos formados en este sistema y valiéndonos de la ventaja ocasional de nuestro saber, en un descuido de nuestros pares, nosotros, eso si, solos, pasaríamos, nos adueñaríamos de los recursos comestibles y, aprovechando el hambre de los otros, les venderíamos la comida y en caso de que no contaran con efectivo suficiente, crearíamos un sistema bancario, créditos, pagarés, intereses, escalas sociales y demás chiches.
En cuanto a la inteligencia, me retornó una vieja cuestión que me persigue hace tiempo. Solemos admirar el don de la inteligencia, uno de los más preciados de la vida. Cuando lo verificamos en los animales, como el caso de los chimpancés, nos asombra en la medida en que no lo habíamos previsto o porque nos cuesta reponernos del temor a ser desplazados de nuestro trono de privilegios, como reyes absolutos de la creación. Son temores vanos. Nuestra inteligencia, la humana digo, justifica en parte lo que es producto de la atrofia cultural, nuestro antropocentrismo. Porque, aunque es por lo menos sospechoso esto de plantearse que somos los mejores, es cierto que nuestra inteligencia nos permitió el uso del lenguaje, clave para elaborar el pensamiento abstracto y, de allí en más, pudimos aportar un sinnúmero de descubrimientos, inventos y creaciones sublimes que produjeron las manos, previo proceso mental, de genios humanos con un discernimiento singular. Mediante la inteligencia emulamos a las aves en su vuelo y a los peces en su dominio acuático, producimos energía, vencemos distancias de distintos modos y hasta, en alcance relativo, le ganamos al tiempo, incluso a la propia muerte. No cabe duda que la inteligencia es el más alto atributo que tenemos sobre todo lo conocido.
Lo que no entiendo es el modo grotesco en que ese tan alto recurso humano de la inteligencia nos fue de improviso despojado, malversado, banalizado ante nuestra deplorable, idiota, impotente pasividad. ¿Cómo es posible que una cosa tan abyecta como es el acto de “espiar” a los otros -que los “servicios de espionaje” no son más que eso- sea transmutado, ante nuestro condescendiente silencio, por ese ridículo eufemismo jerarquizador de “hacer inteligencia”? ¿Cómo pasar por alto la cruda evidencia de que haya instituciones que ostentan ufanas su Área de Inteligencia como son, por ejemplo, las Fuerzas Armadas, lo cual demuestra que esta cualidad está separada en estas instituciones por el simple hecho de que, por lo menos, el resto carece de ella? ¿O acaso sería concebible un Área de Inteligencia en cualquier ámbito de estudios o de toda actividad que se precie de normal, fuera de las que, como esas, muchas veces están sólo para naturalizar la infamia? ¿Será que ese modelo cultural nos llega de los patrones del mundo que se pavonean por tener ese antro de “espionaje”, de fisgoneo y de intervención prepotente y sanguinaria en todo el mundo que se llama CIA (Agencia Central de Inteligencia) y que dicta, cuando no impone, las reglas de comportamiento sobre su particular concepto de “inteligencia” a todo el planeta?


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